domingo, 4 de noviembre de 2007

QUÉ SABIA ES MAMÁ NATURA

Después de un efímero contrato de trabajo que el SAS (Servicio Andaluz de Salud) tuvo a bien concederme y que abarcó todo un viernes (y SÓLO ese viernes día 2), marchamos en plan familiar a dar un garbeillo por la sierra onubense al día siguiente.

Entre los múltiples personajes que nos movilizamos, había un pequeño ser de pocos meses de dura existencia. Una personita alrededor de la cual se forma, y de una manera absolutamente institntiva, un anillo de protección cuasi-militar que muchos líderes políticos quisieran para sí mismos, con gentes dispuestas a arriesgar su integridad física y psíquica con tal de que dicha "personalidad" no sufra rasguño alguno, ni tan siquiera que llore.

Pues bien, uno de los cuidados necesarios para evitar ese llanto lastimero que se te clava en el alma cual estaca de madera a cualquier vampiro de bien, es el amamantamiento, o sea, darle de comer. Fué necesario para tal menester la susodicha personilla, su abnegada madre, y un lugar con cierta intimidad.

Aparte de lo que las autoridades sanitarias adviertan sobre las bondades de la leche materna, y sobre las ventajas psicológicas que madre y niño o niña obtienen en relación al apego y otras "cosillas sin importancia", fue interesante imaginar el cuadro de lo que puede armarse sin una teta (con perdón) a la que echar mano en momentos como estos:

Se aparca el coche en cualquier cuneta en la que se quepa, pues en carretera de sierra son escasos estos lugares. Acto seguido, la criatura mira alrededor, echa unos pucheros, y cual cantante lírica nos deleita con su mejor Do de Pecho en busca de, precisamente, esto último. Pero en esta ocasión, será un biberón el portagonista.

- Se extrae el biberón de la bolsa de viaje, así como agua embotellada y la leche en polvo, la mejor del mercado, que los bebés no pueden tomar cualquier cosa.

- Viértase las cucharadas necesarias de leche en polvo en la cantidad adecuada de agua y agítese hasta eliminar cualquier posible grumillo flotante e impertinente que pueda existir.

- Dar el biberón al niño o niña. Pero... ¡Dios!... El agua está fría y estamos a 13ºC en el exterior...

-Buscar el bar más cercano, en mitad de la sierra, lo dejamos a unos 10 kilómetros en otra dirección (justo la contraria) a la que hemos dejado aparcado el coche... y los animalitos del campo no suelen tener microondas, supongo que por eso de no fiarse de las nuevas tecnologías. Pero no pasa nada... papá y mamá, muy previsores, también son los poseedeores de un fantástico calientabiberones que puedeenchufarse a la conexión del encendedor del coche. El vehículo, último modelo, corta la corriente de la batería (que el cambio climático pasará factura) y por esto hay que arrancar el motor para que funcione. Es incríble, en mitad del campo, en medio de tantos árboles, aspirar la fragancia diesel del motor a ralentí.

Bueno... ya he escrito demasiado. Así que, resumiendo:

Después de gastar una "pasta" en artilugios que ocupan como el 90% de la capacidad del maletero del coche, y de esperar con el llanto del bebé unos "instantes" mioentras se preapra todo, por fin el pepón o pepona sacia su hambre (o los viajeros dan media vuelta).

Por todo lo expuesto debo decir que, aparte de lo que digan los porfesionales sanitarios respecto a lo de dar el pecho a los recién nacidos, no cabe sino reiterar lo que en el título he puesto: qué sabia es Mamá Natura.

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