jueves, 24 de julio de 2008

SOLO PUEDE QUEDAR UNO...

El otro día, hace muy poco, estaba yo felizmente pinchando (literalmente) a la gente de bien y a cualquiera que se me pusiera a tiro.
En esas estaba cuando, de pronto, entra en el recinto cual Elvys un señor mayor extremadamente bien conservado. Le doy los buenos días, él se sienta en el potro de tortura, y extiende primorosamente su brazo a expensas de que un servidor, aguja en ristre, iniciase la desagradable tarea de extraer una muestra biológica de tan entrañable señor mediante una flebotomía... o lo que es lo mismo, sacarle sangre.
Una vez finalizado el trabajillo, le digo de manera casi mecánica lo siguiente:

- Apriétese usted aquí, donde le he pinchado, con el brazo extendido, durante unos 5 minutos, a fin de que no le salga a usted ningún hematoma.

El hombre me sonríe casi divertido y me responde en un acento extraño:

- I'm not.. em... soy ESCOSÉS. I'm not Spanish...

Deduje, no sin un arduo esfuerzo cognitivo previo, que el pobre era escocés y que "ni papa" de español. Y aquí comienza realmente la historia... porque mi inglés no pasa del "Game Over" de los videojuegos, y hace más de diez años que no hablo francés. Me acordé de la película "Los Inmortales", por eso de que el hombre era de Escocia y que sólo podía quedar uno. Temí que ese uno no sería yo, pues ninguno de mis compañeros allí presentes hablaban tan extendida lengua.


Pero entonces recordé que la mímica obra milagros, y que tal vez fueran interesantes unas clases de mimo. Cogí un algodón, se lo coloqué en el punto de punción (coincidente con la flexura del codo), cogí su mano (la correspondiente al otro brazo, que si no es complicado) y poniéndolo sobre el mencionado algodón pronuncié algo que sonaba así:

- "Faif miniuts... apretando... jir" [...] que pensé se parecería (salvo el apretando) a "5 minutos apretando aquí" en el idioma... en algún idioma. Para remarcar mi pericia, debo añadir que todo esto lo hacía mientras señalaba compulsivamente el sufrido algodón.
Como respuesta, el escocés sonriente me pone en la mano un papel manuscrito, traducido a mi entender literalmente de esos traductores de internet que aproximadamente decía:

" El día xx hasta día yy no estoy. Por favor, es posible no dar cita hasta después de la fecha. Firmado: fulanito".

Intenté explicarle con un galimatías de gestos y palabras que yo no era quien debía darle la cita, algo que el señor no entendió, porque seguía señalando su papel de la misma forma compulsiva que yo señalé el algodón. A la porra la escuela de mimos.

Acerté a decir: "Guan momen plis", e inicié mis desesperadas pesquisas para encontrar a alguíen que hablase inglés.

Una compañera me dijo "El doctor don zutanito habla inglés... voy a buscarlo". Respiré profundamente y volví junto al inmortal. Le dije "plis guay" y reflexioné mientras venía el esperado médico de lo distinto que hubiera sonado la frase si estuviese saliendo de un cuarto de baño.

Llega Zutanito. Comienza la conversación en lo que para mí es un inglés perfecto, aunque bien podrían estar hablando Esperanto. El médico me responde, muy digno él:

- Lo que quiere es que no le des cita para esos días... dásela para más tarde.

- Anda claro -le dije yo- Para eso no necesito intérprete... lo que quiero es que comprenda que NO SOY YO quien debe darle la cita, sino el hematólogo.

-Ah...

Nueva ronda de conversaciones. Al finalizar, el médico se vuelve hacia mí, y me empieza a hablar en inglés. Debió de ver mi cara de póker, porque dijo:

- ¡Uy!... Perdón. Que sí, que ya se lo he dicho. Que le digas qué debe hacer.

Debo ser muy expresivo, porque después de mirarle fija y perplejamente, Zutanito optó por decir:

- Mmmm... vale... le llevo yo.

Y se fue con el señor, que muy educadamente me dio las "grasias", la muestra de sangre y el papel de la traducción Googleana.

Seguí yo pinchando a la gente. Cuando, al cabo del rato, vuelve a entrar el inmortal, me estrecha la mano efusivamente, y me entrega la misma muestra y el mismo papel del principio, me da las "grasias" nuevamente y se marcha.

Y allí estaba yo, cual pasmarote, con un papel de petición de analítica con su correspondiente muestra pegada, un papel cual autorización colegial en la otra y una canción de Julio Iglesias en mi mente: "La vida sigue igual".



Opté por grapar el papel a la petición, informar personalmente al hematólogo y preguntarme "¿y de qué puñetas han estado hablando todo el rato entonces?"



Estos escoceses están locos.



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