martes, 29 de julio de 2008

SÍ, SEÑOR CORLEONE

A veces, en mi trabajo, me siento como el sicario de un capo de la mafia siciliana cuyo oficio no es otro que la eliminación de cierta persona en concreto.

La gente está tremendamente nerviosa, asustada, ansiosa, o todo a la vez. Se sienta en un butacón, justo junto a mí. El brillo de la escasa luz artificial del lugar hace resplandecer ese sudor fino que el miedo hace rezumar por la piel, pálida y fría, y me dicen con voz suplicante y temblorosa:

- "Por favor, que sea rápido y no duela mucho".

Esto da que pensar. Y hoy me siento contento, y a la vez abrumado, porque he vuelto a ser una “inminencia”. Una chica, que prometía que le horrorizaba sacarse sangre, por el pánico que le daban las agujas, me ha dicho con mucha confianza:

- Corre el rumor por ahí fuera [léase “ahí fuera” como “sala de espera”] de que sacas sangre estupendamente. Que apenas duele y que no rebuscas, no como en el pueblo. Me fío de tí.

Le respondí, un poco abrumado por la responsabilidad que en mí depositó la muchacha, que la gente exagera a veces. Ella extendió el brazo, frunció los labios como si hubiera mordido la cáscara de un limón y cerró los ojos. Yo procedí a extraerle la muestra de sangre todo lo bien que mi destreza me permite, como intento hacer con todo el mundo. Al parecer lo hice bien:

(Muy contenta) - ¿Ves? ¡La gente tenía razón!

(Muy contento yo) – Pues me alegro, hija, me alegro.

La gente acude a los servicios sanitarios porque, en teoría, confían en nosotros con una fe ciega. ¡Ríanse ustedes de las religiones del mundo! Eso nos pone en una situación de poder bastante grande. Y hay gente, personal sanitario, que se lo cree a pies juntillas. Y enfermos que también. Las unas son las típicas personas que miran por encima del hombro a los demás porque el simple motivo de tener una bata blanca, y las otras las que no abren la boca ni para preguntar, no sea que ofendan a los de las batas blancas. Ambos especimenes son más abundantes de lo que la gente piensa, y normalmente ninguno de los dos se reconoce a sí mismo.

También hoy me han comentado eso de que, ya que estás malo, te resultan más desagradables los malos modos y más agradable las buenas maneras. Es lógico, ya que estás en una situación de vulnerabilidad y estás más sensible.

Pues a ver si nos aclaramos. Que la Sanidad está para ayudar a la gente a mejorar, y la gente debe preguntar al “bata blanca” si realmente se preocupa por su salud. Es fácil ¿no?

Tanto los profesionales sanitarios como los usuarios del sistema debiéramos aprender, todos, esta lección que diariamente y en los pequeños actos, se nos brinda a nuestro raciocinio para que lo asuma (y no lo conseguimos):

A veces, no importa tanto el qué hacemos, sino la educación, la voluntad y, ¿por qué no?, el cariño con el que lo hacemos.

Me juego un pinchazo a que las agresiones en los hospitales pasarían a la historia si aplicáramos el manual de las buenas maneras.

Por cierto, no le pregunté de qué pueblo era.

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